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Recomendamos: The Banishment (2007)



“Izgnanie”, traducida como “The Banishment” en inglés, es una película dirigida por Andrei Zvyagintsev, presentada en el festival de Cannes de 2007 y ganadora de la palma de oro por la interpretación del actor principal, Konstantin Lavronenko. El film nos presenta a Alex, su mujer Vera y sus dos hijos, que emprenden un viaje para instalarse en una casa rural situada en un yermo desolado. Sin embargo, lo que pretendía ser un cambio de vida, se transformará rápidamente en una asfixiante introspección espiritual que rebelará miedos, inquietudes, traiciones y tormentos que llevaban ocultos mucho tiempo. 

Enigmática, ambigua y criticada en paridad en numerosos círculos cinéfilos, no pasa desapercibida ante nadie, bien sea por despertar asombro y encantamiento o hastío y pesadez. Por esta razón, siempre he mantenido que el cine está disponible para todos, pero no todo el cine es apto para cualquier público. Esto es, básicamente, que debe existir todo tipo de cine para todo tipo de paladares, ya que las posibilidades son infinitas, y lo que gusta a unos puede ser detestado por otros.

Esta escueta mención sobre los géneros cinematográficos me parece necesaria para recomendar encarecidamente esta película, pero no a cualquier cinéfilo, ya que pertenece a un cine de autor individualista, totalmente alejado de las producciones mayoritarias. 

“Izgnanie” es un compendio, groso modo, de lo mejor del cine independiente y contemporáneo del este y el norte de Europa, tanto en estética y puesta en escena como en narrativa. Vertebrada mediante un ritmo parsimonioso, y, en ocasiones, hasta enfermizo, presenta al espectador un drama singular donde los conflictos internos de los personajes levantan los pilares de la obra. La densa narración y el particular estilo visual de Zvyagintsev, respaldado por su colega, Michael Krichman, director de fotografía de todas sus obras, sintoniza y potencia la amalgama de sensaciones y sentimientos que desprenden los atormentados personajes, en un tono que ha sido comparado en varias ocasiones con el maestro Tarkovsky e incluso con el gran Ingmar Bergman. 

En cualquier caso, es una obra para degustar en silencio —como el que sufren los personajes— y hechizarse por su estilo visual cargado de simbolismo. Éste es un relato donde el movimiento no es creado por agentes externos; nace dentro de los individuos que interactúan en la pantalla. Los tonos fríos y apagados, las hermosas composiciones paisajísticas y solitarias, el elegante lenguaje de la cámara —coreografiando cada movimiento con precisa delicadeza— y la mística banda sonora, engrandecen el drama, exponiéndonos a un mundo de dolor y contención emocional donde las palabras se llevan dentro, selladas, y destruyen a sus apenados portadores.

En esencia, la incomunicación del ser humano y el aislamiento espiritual envuelven este excelente trabajo muy cercano a la poesía visual y metafórica de Tarkovsky. Un trabajo cinematográfico sólido y hermosamente ejecutado que cautivará a los amantes del cine independiente o de autor.

por Romualdo Abellán



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