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Películas Abandonadas: Napoleón, de Stanley Kubrick

Todos sabemos de los niveles obsesivos que alcanzaba Kubrick durante la pre-producción de sus películas, en la que podía sumergirse y aislarse durante años. Y no creo que sea descabellado afirmar que esa es, precisamente, una de las razones por las que sus películas son lo que son. Te pueden gustar o no, vivirlas como un auténtico coñazo o como una potente experiencia sensorial e intelectual. Lo que sí no podrás negar, es que sus películas no se parecen a ninguna otra que hayas visto jamás, aunque muchos critican su cine por ser, quizás, demasiado serio, demasiado calculado y frío. Y jamás he entendido esta postura, porque en toda su obra (por intensa y por escasa) se desprende un amor inconmensurable por el cine. Stanley Kubrick se enamoraba de sus películas, es un hecho; las cuidaba y mimaba durante años como lo hace un padre o un amante. Quería que fueran perfectas, que estuviesen bien alimentadas de poder y rigor, que enseñaran. Y es en lo que nos queda de la pre-producción de su Napoleón, dónde hallamos esa intensa obsesión y dedicación amorosa que ha hecho que todas sus películas ya formen parte esencial de la historia del cine.

Su Napoleón 
Desde 1967 hasta 1971, Kubrick se sumió en el que sigue siendo su proyecto más ambicioso y caro: un grandioso biopic sobre el emperador francés Napoleón Bonaparte. El director norteamericano siempre sintió una profunda fascinación por la figura histórica del Gran Corso y su enorme complejidad, y es que en él veía un retrato perfecto del ser humano, de todas sus grandezas y miserias. También le sedujo la capacidad casi genuina de Napoleón para la estrategia y el arte de la guerra, talento que le permitió salir victorioso de algunas de las más grandes y crudas batallas de la historia, en cuyo éxito se moldearía la Europa que conocemos en la actualidad. El Napoleón de Kubrick iba a ser irresistible, un hombre que se enamoró de sí mismo, un líder carismático venerado por su país. Napoleón como un genio estratega obsesionado por su Josefina, el loco de amor que deseó ciegamente controlar el mundo entero y que terminó ahogado en su propia arrogancia. Un hombre solitario, perdido en su ego, que acabó traicionando la confianza de millones de personas. Según escribió el propio Kubrick: "Quizá Napoleón habría sido mejor hombre de haber sido amado más y mejor"


La investigación
Este proyecto brindaba a Kubrick la oportunidad idónea para sumergirse en una película épica que narrara uno de los lapsos de tiempo más apasionantes (y poco filmados) de la historia europea, con toda su gloria y fragilidad. Pasó 4 años investigando y atesorando toneladas de material (leyó prácticamente todos los libros existentes sobre Napoleón y sus guerras), escribiendo notas, desarrollando el guión y concibiendo su estética. Llegó a elaborar un colosal archivo compuesto por más de 17.000 imágenes de la época (cuadros, pinturas, grabados y esculturas), miles de fotografías de las localizaciones que encontró para ambientar la película y documentos históricos reales como cartas, testamentos y actas. Necesitó la ayuda de colaboradores y delegados para organizar su investigación (ayudantes, historiadores, localizadores...). Su archivo personal sobre el emperador francés llegó a ocupar 500 volúmenes, convirtiéndose así en el archivo privado sobre Napoleón más vasto de todo el mundo. Un genio analizado por otro genio: “Me fascina. Su vida se ha descrito como un poema épico de acción. Su vida sexual era digna de Arthur Schnitzler. Si nos olvidamos de todo lo demás y nos fijamos sólo en la relación sentimental con Josefina, por ejemplo, tenemos ante nosotros una de las pasiones obsesivas más grandes de todos los tiempos... De manera que la película no será una simple reconstrucción histórica polvorienta".


50.000 soldados 
y un reparto de Oscar
Kubrick estableció la mayoría de localizaciones en Rumanía, Francia e Inglaterra. El ejército rumano accedió a “alquilarle” 50.000 soldados para las grandiosas escenas bélicas que el director estaba desarrollando (40.000 de caballería y 10.000 de infantería). En el apartado técnico, David Walker iba a encargarse del diseño de vestuario y John Alcott de la dirección de fotografía (ganaría el Oscar en 1975 por Barry Lyndon, también de Kubrick). En cuanto al reparto, el excelente actor británico David Hemmings iba a encarnar a Napoleón, y Audrey Hepburn a Josefina (aunque más tarde rechazaría la oferta con una amable y delicada carta).

Demasiado cara 
Haciendo números para una película de tres horas, la Metro Goldwyn Mayer estimó un presupuesto que rozaría el cielo millonario de las superproducciones de la época, desentendiéndose por completo del proyecto. Además, el culmen de la pre-producción tuvo la desgracia de coincidir, en 1971, con el estreno de otra superproducción sobre Napoleón: Waterloo (de Sergei Bondarchuk), que resultó ser un apabullante fracaso de taquilla, lo que desde luego induciría al pánico a cualquier productora o inversionista a quién se le propusiera invertir en la película. Entre toda esta vorágine de mala suerte, Stanley Kubrick decidió “aparcar” su amado proyecto ante la imposibilidad de poder llevarlo a cabo y se centró en otros, como La Naranja Mecánica y Barry Lyndon. En ésta última, Kubrick pudo aprovechar gran parte del material que desarrolló para Napoleón, como son los estudios de vestuario, estética y decorado, y la información acerca del contexto histórico, puesto que ambas películas transcurren en la misma época. Podemos decir que Barry Lyndon curó un poco las heridas que Kubrick sufrió con Napoleón, y resultó ser, además, una de las  más bellas y minuciosas películas que podamos encontrar.


El libro
Stanley Kubrick guardó sus baúles de material durante décadas como un auténtico tesoro (bajo llave y caja fuerte). Unos años después de morir, su familia permitió que la editorial Taschen accediera a los 500 volúmenes sobre Napoleón y que publicara un colosal libro de 1112 páginas con la información más importante y vital del titánico proyecto del cineasta. De esta forma, los cinéfilos de todo el mundo han podido acercarse al sueño de este director y contemplarlo con sus propios ojos y casi en su totalidad. Napoleón, gracias al libro, ya no es una película non nata como las demás, es una película acabada. Eso sí, hay que imaginarla.  (El libro, titulado Stanley Kubrick's Napoleon: The Greatest Movie Never Made, puede adquirirse por 49 Euros en Internet)

Nos queda la tranquilidad de pensar que el Napoleón de Kubrick sí se hizo. Escena a escena, plano a plano…, estuvo en la cabeza de su director de principio a fin.

Y si queréis, poderos bajaros el guión completo aquí http://www.donkeyontheedge.com/i/napoleon.pdf










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