Como buenos cinéfilos, en Galvanete de Oro adoramos las series de TV por cable norteamericanas, que en muchas ocasiones llegan a ser más cine que las innumerables películas que podemos ver desde hace unos años en las grandes salas. Cuando repasamos los pesos pesados de la televisión, pensamos (justificadamente) en “Los Soprano”, “The Wire”, “A dos metros bajo tierra”, “Breaking Bad”, “Twin Peaks”… Sin embargo, encontramos títulos de extrema calidad que a pesar de no tener ese sello de prestigio intelectual, sí han influido notablemente en el imaginario y la cultura popular, convirtiéndose en auténticas obras de culto indispensables para comprender los sueños e inquietudes que ronronean bajo nuestra sociedad. “Battlestar Galáctica” es una de ellas.
El punto de partida de la serie es de lo más dramático: un ataque devastador por parte de los Cylon (civilización de robots de aspecto humano que se ha rebelado contra sus creadores) ha aniquilado prácticamente toda la humanidad, obligando a sus 50.000 supervivientes a vagar penosamente por la oscuridad del Universo, solos y sin rumbo. Su única esperanza de sobrevivir al espacio y a la persecución inagotable de los cylon es Galáctica, una poderosa e inmensa nave de combate. Los supervivientes no sólo habrán de cuidarse las espaldas de sus genocidas enemigos, sino que también deberán luchar por conservar intacta la democracia y mantener su humanidad.
“Battlestar Galáctica”, partiendo de ese hilo argumental, consigue tratar lucidamente en sus cuatro temporadas temas tan vitales como son los derechos civiles, la tiranía, el amor, el odio, la religión, la venganza y la misericordia. Juega constantemente con la moralidad de personajes y espectador, planteando dudas existenciales de gran calibre y formulando un sinfín de preguntas políticas. Y es esto, precisamente, lo que diferencia a “Battlestar Galáctica” del resto de series de televisión: que recorre con minuciosidad todo lo que somos como civilización, dejando en evidencia nuestra oscuridad innata y también toda nuestra capacidad de amar, de perdonar y evolucionar.
Si a esto le añadimos una narrativa excelente (casi novelesca), unos personajes muy carismáticos y redondos, un buen reparto, una trama apasionante, una banda sonora preciosa, unos efectos especiales de primera línea y un sentido de la épica verdaderamente extraordinario, tendremos ante nosotros una serie estupenda y la mar de entretenida. “Battlestar Galáctica” también funciona, paralelamente, como una intensa experiencia de acción, que viviremos en todas sus frenéticas batallas espaciales, los combates cuerpo a cuerpo y en los innumerables golpes de estado políticos y militares.
Como ocurre en la literatura y en el cine, la ciencia ficción siempre se ha visto (y se ve) como un género menor, “cosa de frikis”, sobre todo cuando las tramas transcurren en el espacio y hay naves de por medio. Desde luego es un misterio, porque productos como “Battlestar Galáctica” pueden ser bastante profundos y metafóricos sin haber sido creados necesariamente por David Chase, Alan Ball o David Simon. Incluso más humanos. Pero seamos sinceros, esta serie no está escrita ni dirigida por Stanley Kubrick. Los diálogos a veces dejan mucho que desear; no son malos, aunque tampoco brillan; van al grano. Seguramente sea lo único criticable de esta genial serie de acción, política y ciencia ficción que aunque no lo parezca, nada tiene que ver con Star Wars, siendo a nuestro modo de ver mucho más compleja y matizada.
Un must para cualquier fanático de las series de televisión, una proeza técnica sin precedentes que además, hará que uno se plantee algunas cuestiones indispensables.
¿Y lo mejor de todo? Que mejora exponencialmente temporada a temporada, siendo la última una auténtica gozada. No necesitas ser un friki lleno de acné tardío para poder disfrutar de “Battlestar Galáctica”. Te invitamos a que lo compruebes por ti mismo.
Cada quién con sus opiniones y muy respetables. Lo que si puedo aportar, es que hay una serie nueva que oajlá les agrade.
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